Curso 321 (3), Módulo 1, Conclusiones
Partiendo de la lectura del texto Lengua y comunicación: tres décadas de cambio, de Álvaro García Santa Cecilia, aportaré una breve conclusión sobre los contenidos que más han llamado mi atención en este Módulo 1.
SÍNTESIS
Recordemos el viaje propuesto en dicho módulo: desde teorías psicológicas (conductismo, cognitivismo, constructivismo) y teorías lingüísticas (estructuralismo, de los actos del habla, cognitiva) llegamos a dos grandes enfoques metodológicos que buscan, en la segunda mitad del siglo XX, resolver de un plumazo la preocupación por un método universalmente válido para la enseñanza de lenguas: el método audiolingüe y el enfoque comunicativo. Este último se formula con múltiples variedades, destacando las programaciones nociofuncionales que sintetiza Un nivel umbral (Slagter, 1979) y la programación basada en tareas, concretados por Estaire y Zanón en los años 90.
Paralelamente, en 1994, con la publicación de The Postmethod Condition (Kumaravadivelu), se busca un distanciamiento del concepto de método, dando paso a la era postmétodo de plena vigencia en nuestro siglo. Así, el mismo autor, ya en 2003, formula una estrategia global de enseñanza y aprendizaje basada a su vez en otras diez macroestrategias. Estas se articulan en torno a tres ejes fundamentales, dando lugar a una suerte de "rueda pedagógica". Se ha conseguido así dotar de mayor coherencia a los principios de la enseñanza comunicativa y además se anticipan los fundamentos del enfoque orientado a la acción.
Dicho enfoque orientado a la acción es la columna vertebral del Marco Europeo de Referencia (MCER, 2002), verdadero referente para el profesor de lenguas extranjeras de nuestro tiempo. De un modo muy sintético, podríamos decir que el MCER se centra en la acción misma al entender que la lengua es una herramienta de interacción social, y por tanto, la atención al uso social de la lengua es imprescindible.
OBSERVACIONES
Lo que más ha captado mi atención es cómo las corrientes teóricas, ya sean
psicológicas o lingüísticas, y su manera de inspirar métodos y enfoques, son tan
exageradamente esclavas de su tiempo.
Tanto en el método audiolingüe como, por poner otro ejemplo,
en las teorías de Chomsky, hay una confianza en la
memorización o en individuos-situaciones "ideales" bajo las que subyace, en mi
opinión, un intento por simplificar la experiencia del aprendizaje. Y me refería
a que son esclavas de su tiempo porque, de un lado, está claro que se formulan
en un momento en el que el concepto de "globalización" no definía el mundo de
manera tan clara como hoy en día.
Por otro lado, la nula flexibilidad que
presentan al ignorar las variables sociales en las que se ven inmersos los
aprendientes, así como la falta de consideración de sus rasgos individuales, son
elocuentes de una época donde el imaginario colectivo dibuja su visión de la
realidad con las mínimas pinceladas. No deja de ser llamativo que la propia
comunidad científica sea incapaz de salir de esa estrechez de miras: la lengua y
los individuos son bloques fácilmente observables e impermeables al cambio.
No obstante, de estas primigenias teorías creo que pueden
rescatarse planteamientos útiles, como el esfuerzo en la memorización de ciertas
formas de la lengua.
El mayor acierto de la propuesta del MCER es su toma de
consciencia de que la enseñanza de lenguas no puede limitarse a la aplicación de
métodos como si fueran dogmas. En este sentido, de nuevo la flexibilidad para
saber situarse en el mundo en el que vivimos y observar cómo este condiciona los
usos de la lengua (a un ritmo en ocasiones difícil de asimilar) me parece
fundamental.
En cuanto a las metas de plurilingüismo y pluriculturalismo sobre las que tanto incide el MCER, su aplicación práctica parece limitada a la experiencia individual del aprendiente. En este sentido, es posible que, como ciudadano crítico y curioso, tales metas sean alcanzables. Sin embargo, que tales principios "inspiren" la política institucional de la Unión Europea roza lo inverosímil, atendiendo a los extraordinarios desequilibrios y a la incertidumbre sin precedentes en la que está inmersa Europa en esta segunda década del siglo XXI.
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